Por Antonio Callejo
@Antoniocallejo
El
reinicio del Festival de Cultura del Caribe es una excelente noticia para el
estado. Era indispensable abrir de nuevo la ventana hacia la llamada
“Tercera Frontera”, a donde México también pertenece y donde se
reconoce en un intercambio intenso con el flujo de personas. Quintana Roo es la
vía geográfica que comunica con esta región, de modo que era una obligación
desatendida omitir este encuentro por tantos años.
El programa
presentado por Cora Amalia Castilla Madrid, titular de la Secretaría de
Cultura, contiene un variado menú de actividades y en apartados que no debían
de faltar. Cine, teatro, pintura, discusiones literarias y desde luego música y
baile.
Es
en este último renglón, en el de la música, donde hay un faltante que no se
puede dejar así sin una acotación.
Cuba
es reconocido como el epicentro de la gran proyección de la música
afroantillana. Desde la década de los sesenta, con el boom generado por bandas
como Irakere, Los Muñequitos de Matanzas, Fania All Stars, Orquesta Aragón,
entre muchos otros músicos en lo individual, esa isla se convirtió el referente
y origen de un movimiento que aún mantiene una vigencia y primacía en el mundo.
Antes,
en el primer cuarto de la década del siglo pasado, bandas como El Trío Oriental
o el Sexteto Habanero, amalgamaron ritmos de origen africano y melodías
contemporáneas para dar forma al son moderno, que luego derivó en el fabuloso e
imperecedero ritmo de la salsa que llevaron a lo más alto las bandas citadas un
párrafo arriba.
A
mediados del siglo pasado, Benny Moré, Abelardo Barroso, Ismael Rivera, Ibrahim
Ferrer, Compay Segundo, Miguel Matamoros y muchos otros músicos, pusieron las
piedras de fundamento a la música cubana y al mismo tiempo a un gran movimiento
que reivindica el Caribe en el mundo actualmente.
Pero
sucesores y abanderados de ese notable movimiento son Los Van Van, por ejemplo,
y muchos otros que sería tortuoso enlistar aquí.
El
punto es que siendo Cuba el origen del son moderno –aunque si bien fue
bautizada con fines comerciales como “salsa” en Nueva York--,
resulta bastante notoria la omisión de los organizadores del Festival de
Cultura del Caribe, pues no invitaron a ningún grupo o músico de ese país.
Cierto
que invitaron a Albita y a Willy Chirino, nacidos ambos en Cuba, pero crecidos
y formados como músicos en Miami. En realidad son norteamericanos y su música,
de calidad y alta factura, responde a un entorno cultural estadunidense con
apenas reminiscencias nostálgicas de una Cuba que les es ajena.
Y
sin caer en una discusión ideológica o política, aquí lo cierto es que se
desaprovechó la cercanía y la excelente relación que han mantenido los pueblos
de Quintana Roo y Cuba.
La
razón para contar esta omisión como un faltante serio es sencilla: El festival
tiene como objetivo, y así se ha dicho desde el anuncio de su reinicio,
fortalecer los lazos culturales de los pueblos de la región Caribe y
promover el intercambio de experiencias.
Ocurre
que en el caso de Cuba no se logró esa meta, porque si acaso se hizo, fue con
artistas que representan a Miami, Estados Unidos. No al pueblo vecino del
Caribe.
Debió
programarse a artistas cubanos para tener un programa redondo en este festival.
Cora
Amalia dijo en varios foros que el tiempo para organizar este encuentro no fue
el suficiente y aseguró que las próximas ediciones serán mucho mejores, pues
además de sentar las bases y establecer los contactos respectivos, solicitó
también un monto mayor para el presupuesto. En esta ocasión contó con 10 millones
de pesos.
Por
otra parte, es sin duda un acierto el haber dado un espacio importante a la
casi flamante Orquesta Sinfónica de Quintana Roo, con el maestro David
Hernández Bretón. Los músicos que la conforman, la mayoría quintanarroenses,
pueden presumir de un gran talento y calidad alcanzada a fuerza de
profesionalismo y dedicación.
De
igual forma, la inclusión de verdaderas revelaciones entre los músicos locales,
especialmente a Chan Santa Roots o Pat boy de Felipe Carrillo Puerto,
representando la fusión de la lengua y la cultura maya con ritmos como el hip
hop y el reggeae. Sin duda botones de muestra del sincretismo cultural que se
busca promover y difundir en el Festival de Cultura del Caribe.